miércoles, 23 de agosto de 2017

Dos nuevos capítulos de la historia de Kyle y Alice.  ¿Que pasará?

Tres



Alice telefoneó a su casa para hablar con su abuela.
—Hola, querida. ¿Has averiguado algo? —el día anterior le había comentado que había llamado a la policía de Saint Moritz para denunciar la desaparición de sus padres.
—Lo único que saben es que han dejado el hotel y un taxi les recogió. No llegaron al aeropuerto. No tienen más pistas. De todas formas dicen que siguen investigando, ya que también el taxista desapareció.
—¿Crees que se trata de un secuestro?
—No lo sé, abuela. Papá y mamá no tienen tanto dinero como para que alguien quiera secuestrarles. No sé que pensar, pero estoy muy preocupada.
—Todos lo estamos, cariño. Pero no sufras, verás que están bien, quizá se han perdido.
—Sí, quizá. ¿Está Mel en casa?
—Sí, pero se ha metido en la cama en cuanto ha dejado a Oliver en el colegio.
—Abuela, no le hagas la comida. Cuando se levante que se la prepare ella. Tienes que dejar que se ocupe de sí misma y de Oliver.
—Es que no lo hace, Allie, ya lo sabes. No puedo dejar al niño sin comer.
Alice lo entendía, ella tampoco sería capaz de dejar a su sobrino sin alimento, pero le enfurecía que su hermana se valiera de eso para no ocuparse de él. No entendía porque no se lo había dejado a su padre si no quería ocuparse ella. Pero claro, si ella no tuviera su custodia, su padre no estaría obligado a pasarle una pensión alimenticia.
—¿Sabes algo de Rory? Hace días que no me llama.
—Llamó anoche. Dijo que vendría este fin de semana. Seguramente tendrá un cargamento de ropa que lavar por eso aparece.
—Bueno, abuela; tengo que dejarte. Iré esta noche a verte.
—No, Alice; vete a tu casa. ¿No eres tú la que dices que Melissa debe ocuparse de su hijo? Pues deja que lo haga.
—Pero no lo hace, abuela. Si no voy yo, lo harás tú.
—Pues lo hago yo. Tú ya haces bastante. Quiero que te vayas a tu casa y te relajes. Sal con alguna amiga o con ese jefe tan guapo que tienes.
—Mi jefe no está y aunque estuviera no saldría con él. Te veré mañana entonces. A no ser que tenga noticias de Suiza. 

Pero desde Suiza nadie volvió a llamar ese día. Hacia las cinco y media Alice terminó su trabajo. Estaba recogiendo todas sus cosas cuando el teléfono sonó.
—Addison —dijo ella mecánicamente.
—Quiero hablar con el señor Addison —dijo una voz conocida. ¿Melissa? ¿Esa que llamaba era Melissa? ¿Y para qué quería hablar con Kyle? Tratando de desfigurar la voz para que su hermana no la reconociera contestó.
—Lo lamento, el señor Addison no está. ¿Puede darme su nombre y dejar un recado?
—Oh —en el tono de Mel se notaba la decepción. Había esperado volver a cenar con Kyle Addison. Era un bombón, además de soltero y rico—. ¿Puede decirme dónde puedo localizarle? Es importante que hable con él. Soy una amiga suya muy querida.
Los dientes le rechinaron a Alice. ¿Una amiga muy querida?
—Pues no estoy segura, señorita... ¿Cómo ha dicho que se llama?
—Me llamo Melissa Carlton. Kyle ya sabe quién soy.
¿Sabe quién eres?, se preguntó Alice. ¿Y desde cuando lo sabe? ¡Será cretino! ¿Y por qué le sorprendía tanto? Como si fuera la primera vez que una mujer llamaba a Kyle al trabajo. Pero es que esta era su hermana. ¿Acaso no sabía Mel que ella era la secretaria de Kyle? Seguro que no, Melissa no prestaba atención a nada que no fuera de su estricta conveniencia. ¿Qué le podía importar dónde trabajaba su hermana?
Sacudió la cabeza con fuerza y contestó:
—Bueno, verá; el señor Addison está fuera de la ciudad. Lamento no poder darle su número de teléfono. Pero puede dejarme un recado y yo se lo haré llegar.
—Oh, no es necesario. ¿Cuándo regresa?
—Quizá pasado mañana.
—Entonces solo dígale que le ha llamado Melissa y que volverá a llamarle.
—Desde luego, señorita Carlton. Me encantará darle su mensaje —Melissa tampoco captó el tono irónico con que le respondió.
Colgó el teléfono más furiosa de lo que desearía. ¿Así que ahora se liaba con su hermana? ¡Perfecto! ¿Y sabría que se trataba de su hermana? Seguro que no; no tenía manera de saberlo. Y ella no se lo iba a decir. Tampoco le iba a decir a Melissa que era su jefe con el que salía. Ya se enterarían ambos y entonces haría morder el polvo a Kyle.
Por una vez hizo caso a su abuela y no fue a su casa. Condujo hacia su apartamento. El pobre tenía una capa de polvo sobre el suelo y los muebles. Se dedicó de lleno a hacer limpieza. Las lágrimas luchaban por anegar sus ojos, pero no las dejaría salir. No iba a llorar por Kyle Addison. No se lo merecía.

Kyle regresó al mediodía. Tomó un taxi en el aeropuerto y fue directamente al despacho. Alice no le esperaba hasta el día siguiente, así que se llevó una sorpresa cuando lo vio entrar.
—No te esperaba tan pronto —estaba a punto de darle un mordisco al bocadillo de carne que había pedido a la cafetería—. ¿Ha ido todo bien?
—Sí, todo ha ido bien. He terminado antes de lo previsto, por eso regresé hoy. ¿Que tal por aquí?
—Nada nuevo —siguió a Kyle hasta el interior de su despacho y le dio el recado de Mel—. Has tenido una llamada, de una tal Melissa Carlton —lo dijo con una indiferencia que no sentía, como si se tratara de un recado de cualquiera de las otras mujeres que le habían llamado antes que Mel.
—Ah, ¿que quería? —buscó en su rostro alguna señal de celos pero se llevó una decepción.
—A mi no me lo iba a decir. Solo dijo que volvería a llamarte.
—Bien, gracias.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro. ¿Que quieres saber?
—¿Desde cuándo sales con esa mujer? —Kyle la miró arqueando una ceja—. Es la primera vez que oigo su nombre. No sabía que estabas saliendo con alguien.
—La conocí hace dos días, en un restaurante donde había ido a cenar con Tom —pulsó el intercomunicador del despacho de Tom y pidió a su secretaria que le dijera que se reuniera con él.
—¿Te has acostado con ella?
—¡Alice! —exclamó Kyle—. Tú nunca me has hecho ese tipo de preguntas y no creo que sea de caballeros responder.
—¿Por qué? ¿Que tiene que ver la caballerosidad aquí? Tú sueles acostarte con cuanta tía se te pone delante. Solo quería saber si esta vez también lo habías hecho.
—Pues aunque no sea de tu incumbencia, te diré que no, aún no —puntualizó—. Y cuando lo haga, si llego a hacerlo; no pienso comentarlo contigo.
—¿Has pensado en la clase de mujer que puede ser?
—Pero bueno. ¿A qué viene tanto interés en mi vida privada?
—Tú no tienes vida privada, Kyle. Toda tu vida es del dominio público. Pero responde a mi pregunta. ¿Te has preguntando que clase de mujer es?
—No, no me lo he preguntado. A mí me pareció de lo más normal.
—¿Una mujer que cena sola en un restaurante no te pone sobre aviso? Ese es el tipo de mujer que acaba de divorciarse y anda a la caza de un nuevo pardillo que la mantenga.
—Hola, Tom; pasa. Llegas a punto para conocer la opinión de Alice sobre las mujeres que acuden a los restaurantes a cenar solas —replicó secamente.
Tom entró en el despacho y se sentó en una esquina de la mesa.
—¿A que mujeres te refieres, Alice?
—A la que Kyle conoció la otra noche cuando cenaba contigo.
—Ah, ya recuerdo. ¿Que pasa con ella?
—Alice cree que se trata de una recién divorciada en busca de su próximo marido.
—Yo también lo creo —Kyle miró a su amigo levantando los hombros y arqueando las cejas—. Bueno —explicó este—. ¿Por qué sino iba a estar cenando sola y aceptar la botella de champán que le enviaste?
—¿Le enviaste una botella de champán?
—¿Por que no te grapas la boca, Tom?
—Bueno, Addison. Que te vaya muy bien con tu divorciada —Alice se levantó para irse.
—No está divorciada —insistió él.
—¿Quieres apostar algo?
—Claro. Si pierdo te invito a cenar. Si gano, me invitas tú.
—Anda ya. De todas formas tengo que cenar contigo.
—Pues entonces elige tú la apuesta.
—No hay apuesta, cariño. Yo gano seguro. Te agradecería que cualquier día la trajeras por la oficina, para presentármela.
—Me ha llamado cariño —dijo Kyle en voz baja cuando Alice se marchó—. Hace una semana me trataba de usted y hoy me llama cariño.
—¿No fuiste tu quien le pidió un trato menos formal? Y yo no me lo tomaría como una expresión amorosa, colega. No me parecía muy contenta con tu nuevo ligue.
—A ella que más le da. Si no me hace puñetero caso. Es el perro del hortelano, ni come ni deja comer. Pues como comprenderás no pienso pasarme la vida arrastrándome a su paso.
—O sea que piensas volver a salir con la divorciada.
—¡Joder! ¡que no está divorciada!
Y como para demostrar a Alice que no le importaba lo que ella pensara, esa misma tarde llamó a Melissa para quedar con ella.
Mel aceptó encantada. Se vistió con esmero y fue a la peluquería, se maquilló de forma que sus ojos resaltaran y cuando estaba lista para salir llegó Alice.
“Así que sale de nuevo con ella”, pensó. Aún así preguntó.
—¿Vas a salir?
—Sí —replicó su hermana a la defensiva—. Oliver ya está bañado y ya ha cenado y la abuela está leyéndole un cuento. Espero que no tengas nada de objetar.
—En absoluto. ¿Puedo preguntarte con quien sales?
—Con un hombre encantador. Atractivo y rico.
—Claro; si fuera pobre ni siquiera le tendrías en cuenta, ¿verdad?
—Los pobres suelen ser aburridos, Allie. Y a mí me gusta divertirme.
—¿Va a venir a buscarte?
—No, hemos quedado en el restaurante.
“Menos mal”, pensó Alice. No hay posibilidad de que me encuentre con él.
—Que te diviertas, querida. Y procura no llegar demasiado tarde. Oliver tiene colegio mañana.
Melissa no respondió, solo se montó en el coche dispuesta a reunirse con el que esperaba fuera su segundo marido.
Alice aprovechó que estaba en casa de su abuela para llamar de nuevo a la policía de Suiza.
—Hacemos todo lo que podemos, señorita Irving —le respondió el comisario Tatie—. Le aseguro que estamos investigando, pero sus padres desaparecieron sin dejar rastro. Le prometo que en cuanto tengamos alguna información la llamaré por teléfono.
—Gracias comisario y perdone que llame tan tarde.
—No se preocupe. Todavía me quedan horas de trabajo.

Kyle pasó los siguientes cuatro días saliendo diariamente con Melissa. No era Alice pero la muchacha le gustaba y estaba convencido que tanto ella como Tom se equivocaban en cuanto a su estado civil. Claro que podía preguntárselo y salir de dudas, pero maldito fuera si le iba a dar el gusto a su esquiva secretaria.
Aún no se había acostado con ella y ella tampoco daba la impresión de querer apresurarse. Si ella le hubiera hecho alguna insinuación, sin duda él hubiera tomado la iniciativa.
Melissa era demasiado lista para precipitarse. Antes de acostarse con él quería tenerlo bien dispuesto. Quería dar la imagen de señorita de buena familia que no se apresura a llevar un tío a la cama. Aunque el hombre era de lo más deseable. Tenía un precioso rostro moreno, una boca perfecta que debía besar como los ángeles y unos ojos castaños, del color del té fuerte que seguramente se oscurecerían cuando estaba excitado.
Kyle le preguntó por su familia y ella respondió que vivía con sus padres y su abuela. Le contó que su hermano estudiaba y su otra hermana no vivía ya en la casa familiar. No mencionó ningún nombre porque no lo consideró necesario. Y desde luego tampoco le habló de Oliver ni de su reciente divorcio.
Kyle, satisfecho, pensó en su socio y su secretaria; dos agoreros que deseaban ver esa relación fracasada. Claro que no se podía llamar relación. Aún estaban en la etapa en que se estaban conociendo.
De pronto Kyle recordó algo y sonrió.
—Melissa. ¿Te gustaría acompañarme mañana a comer? No sería demasiado temprano porque tengo una reunión hacia las doce y media, pero puedes venir a recogerme al despacho hacia la una y media. A esa hora ya estaré libre —“Y su secretaria ya habría regresado de comer y les vería juntos”
—Me encantaría. Pero no sé dónde queda tu empresa.
Kyle le dio la dirección y después de tomar un café la llevó de regreso a su casa. No le dio ni un beso de despedida y Mel tampoco lo insinuó.
Al día siguiente, Kyle actuó como siempre, pero a la hora de comer le pidió a Alice que regresara sobre la una y media. Ella se extrañó de la petición.
—Suelo regresar sobre esa hora todos los días, no es necesario que me lo recuerdes.
—Bueno, solo era un comentario. Tampoco hace falta que te enojes —hacía días que Kyle no mencionaba a Melissa y ella tampoco le mencionaba a él en casa. Claro que Mel nunca mencionaba nada respecto a sus salidas ni con quien las hacía. Se preguntó si el idilio ya habría llegado a su fin.
Salió a la una para comer y regresó a la una y media como le había pedido Kyle.
Melissa llegó hacia la una y veinte. Una de las secretarias la llevó al despacho de Kyle y le pidió que le esperara allí. Cerca ya de la una y media entró él y sonrió al ver allí a Mel.
—Hola —la saludó con una sonrisa.
—Hola, he llegado algo temprano.
—No, llegas a la hora justa —miró su reloj, la una y media. Esperaba que Alice no tardara mucho más.
No lo hizo. Kyle pudo oírla llegar hablando con otra persona. Era Tom. Alice tocó la puerta del despacho y entró. Kyle no estaba solo. Mel estaba con él.
—¡Allie! —exclamó su hermana sorprendida. Kyle frunció el ceño.
—Hola Mel. Hola Kyle —la expresión de este último no tenía desperdicio. Alice sintió como le subía la euforia.
—¿Que haces aquí? —preguntó su hermana.
—¿Cómo que qué hago aquí? Trabajo aquí.
—¿Os conocéis? —que pregunta tan estúpida. Claro que se conocían y la muy... de su secretaria lo supo todo el tiempo.
—Claro, es mi hermana —respondió Melissa dejando sin aliento a Kyle con esa confesión. Tom no pudo evitar echarse a reír.
Alice miró a su jefe sin expresión alguna. Luego, con una lenta sonrisa y un alzamiento de cejas se volvió para marcharse.
—J.M. jefe —le dijo como único comentario alzando el pulgar, gesto que él interpretó a la perfección. Le estaba dando jaque mate.
—No entiendo nada —comentó Melissa—. No tenía ni idea de que fueras el jefe de mi hermana.
—Yo tampoco tenía ni idea de que fueras la hermana de mi secretaria —y en ese momento empezó a perder la ecuanimidad de la que tanto se jactaba—. ¡Que... zorrón! —exclamó sin poder contenerse. Todo el tiempo estuvo tomándole el pelo. Ella sabía perfectamente que estaba saliendo con su hermana y no le dijo nada. ¡Que cabrona! ¡Que ruin! ¡Que jodida zorra! Y por mucho que buscó no encontró ningún otro adjetivo que la calificara.
—¡Kyle! Estás hablando de mi hermana.
—Tu hermana es una mezquina ruin y pendenciera, vengativa y... —el siempre ecuánime Kyle estaba perdiendo los papeles. Un punto más para su secretaria—. Lo siento, Melissa, pero vamos a tener que dejar la comida.
—¿Por qué?
—Contéstame a una pregunta. ¿Estás divorciada? —Mel enrojeció. Kyle obtuvo su respuesta—. Lo lamento —dijo muy serio—. No salgo con divorciadas.
—Pero... —Mel miraba hacia Kyle y luego a Tom que se mantenía aparte sin intervenir—. Pero... ¿Por qué? ¿Que tiene que ver que sea hermana de tu secretaria?
—No se trata de eso. Se trata de que no salgo con divorciadas. Tenéis demasiado equipaje a la espalda y yo no soy el siguiente en la lista. Lo siento, Mel; si lo hubiera sabido antes no te hubiera invitado a salir.
—¿Te dijo ella que estaba buscando a mi siguiente marido?
—En absoluto. De hecho no me habló para nada de ti. Es ahora cuando me entero que sois hermanas. Mel... no hagamos esto más complicado. Fue agradable conocerte, pero no quiero volver a salir contigo.
Melissa se quedó allí sin decir nada; solo mirándole. Luego tomó su bolso y su abrigo y salió. Se paró frente a la mesa de su hermana y se inclinó sobre ella.
—Es por tu culpa, ¿sabes? No sé de qué forma, pero es por culpa tuya que no quiere volver a salir conmigo.
—Te equivocas —ese comentario dejó a Alice confundida—. Yo no he hecho nada.
—¿Por qué no me dijiste que era tu jefe? Has tenido cientos de oportunidades desde que te dije que estaba saliendo con él. Y las veces que llamé por teléfono... Me lo pudiste haber dicho.
—Si no fueras tan egoísta y te preocuparas un poco más de los que te rodeamos, quizá te hubieras enterado de donde trabajo y quien es mi jefe.
—No entiendo nada. No sé de que manera, pero estoy segura que todo esto tiene mucho que ver contigo.
—Yo estoy segura de que no. Perdona, Mel; pero tengo trabajo.
Melissa dio una fuerte palmada sobre la mesa y apretando los dientes se marchó. Alice sacudió la cabeza como quien se sacude una mosca y siguió trabajando.
Dentro del despacho, Kyle rezumaba indignación paseándose de un lado a otro. Tom lo veía y no podía evitar sonreír. Su amigo siempre había hecho gala de una serenidad y una tranquilidad envidiable; sin embargo ahora parecía un tigre furioso dispuesto a lanzarse al cuello de quien se le pusiera por delante. Y todo se lo debía a su secretaria. Alice no tenía ni idea de que había abierto la caja de los truenos, y al hacerlo, su jefe perdiera la serenidad por la que era conocido.
—¡Esa...! ¡Esa...! ¡Esa...! —Kyle, dentro de su despacho, alzó las manos al techo sin encontrar un adjetivo lo suficientemente fuerte para definir a su secretaria.
—¿Zorra? —aventuró Tom.
—¡Aaaaah! —rugió furioso Kyle—. ¡Zorra es poco! Recuérdame por qué estoy enamorado de ella. ¿Dónde conseguí mi título de arquitecto si no tengo neuronas en el cerebro? ¡Que...! ¡Arpía!
—Yo venía a preguntarte que tal te fue en la reunión pero creo que es mejor que lo dejemos para otro momento, cuando la sangre circule nuevamente por tu cerebro.
—¡Dile que entre! —le pidió a Tom cuando salía.
—¿Estás seguro? ¿Está segura ella?
—Cuando decida asesinarla procuraré buscarme una coartada, no te preocupes.
Tom levantó los hombros y salió. Se acercó a la mesa de Alice y le dio el recado de Kyle.
—Eh... Esto... Si ves que va a asesinarte, grita.
—Kyle es un hombre tranquilo —comentó ella—. No perderá la calma.
—Oh, sí; olvidaba lo bien que lo conoces. ¡Hala! Que no te pase nada.
—¿Querías verme? —Alice entró en el despacho tranquilamente. Kyle se había sentado y mantenía un bolígrafo entre los dedos, lo retorcía lentamente. Alice nunca había visto sus ojos tan oscuros ni tan penetrantes como en ese momento y se preguntó si no se habría pasado.
—Entra —no pasaba nada, Kyle mantenía la calma de siempre—. De todas las brujas habidas y por haber, tú te llevas la palma —lentamente comenzó a levantarse y Alice no pudo evitar dar un paso atrás. Sin embargo se dijo que no debía temer nada y levantó la barbilla.
—No sé por qué. Yo no he hecho nada fuera de lo corriente —estaba tentando al diablo y lo sabía.
—Nada fuera de lo corriente —repitió él rodeando la mesa y acercándose a ella—. Te parecerá muy normal saber que estoy saliendo con tu hermana y no decírmelo. No, eso no es tan anormal. Lo anormal es que me retes a presentártela; que me dejes hacer el papel de gilipollas cuando sabías por qué tu hermana salía conmigo.
—Lo siento, Kyle; no estoy dispuesta a asumir tu estupidez. Tus ligues te los buscas tu solo. Y lo único que yo he hecho ha sido tratar a mi hermana como una más de las muchas que han pasado por aquí. No veo que diferencia hay entre ella y Mónica, o Beverly, o Cindy, o...
—¡Vale! ¡Joder! ¿Llevas la cuenta?
—Tengo buena memoria. ¿Que es lo que te molesta de todo esto? ¿Que no te haya dicho que es mi hermana, o que sepa que sales con ella? A no ser claro, que realmente te interesara.
—No me das opción a averiguarlo —dijo moviendo la cabeza resignado—. Contigo no tengo opciones.
—No sé que quieres decir.
—Claro que no —repuso y en ese momento comenzó a sonar el teléfono. Alice se apresuró a cogerlo. Escuchó y palideció. Kyle la vio y frunció el ceño. Alice colgó y lo miró largo rato.
—¿Que pasa?
—Tengo que pedirte un favor, Kyle. Acaban de llamar de Suiza. Han encontrado un taxi bajo la nieve con tres personas dentro, cerca de Saint Moritz. Ellos creen que se trata de mis padres. Tengo que ir a... a reconocerles.
—Iré contigo —repuso él levantándose y tomando la chaqueta, olvidando de golpe el resentimiento que sentía contra ella.
—No —la negativa era suave pero enérgica—. No, iré yo sola. Me ocuparé de repatriarlos si son ellos. Llamaré a personal para que te envíen una secretaria. Puede que esté unos días fuera.
—Alice, tómate el tiempo que necesites. Y te repito que quiero ir contigo.
—Y yo te he dicho que no. Pero gracias. Me... Me voy ahora mismo.

Alice ya había hecho la reserva del pasaje de avión. Solo tenía que ir a casa de su abuela y darle la noticia. También tenía que llamar a Rory para que regresara de la facultad y esperaba que Melissa estuviera en casa y se quedara allí.
Melba se llevó una mano a la boca cuando Alice le dio la noticia.
—¿Están seguros de que son ellos?
—Lo están, abuela. Han comprobado sus pasaportes y parecen ser ellos. De todas formas hay que ir, comprobarlo y hacer todos los trámites necesarios. ¿Dónde está Melissa?
—No sé. Dijo que tenía una cita para comer y aún no ha vuelto.
—Cuando venga, dile que se quede aquí contigo. Y ya he llamado a Rory. Vendrá tan pronto termine las clases. Lo siento, abuela —no quería comenzar a llorar porque tenía que mantenerse serena para llevar a cabo todos los trámites. Melba la abrazó.
—Yo también lo siento, cariño. ¿No te han dicho qué les pasó?
—Al parecer un alud se les ha caído encima mientras iban de camino al aeropuerto. La nieve les ha arrastrado y les ha sepultado, por eso no les encontraban. Tengo que irme, el taxi ha llegado.
Dio un beso a su abuela y salió. No llevaba equipaje, no le había dado tiempo a hacerlo.
Llegó al aeropuerto con el tiempo justo de embarcar. Y cuando estaba en la cola para subir al avión vio llegar a Kyle corriendo.  Hizo una mueca de fastidio.
—Te dije que no hacía falta que vinieras.
—Y yo te dije que iría contigo. No te voy a dejar sola en un momento como este.
—No te necesito Kyle —repuso ella bruscamente y él sintió el rechazo como un puñal.
—Aún así, iré contigo. Venga sube, hay gente esperando.
No sabía como lo había hecho pero había cambiado su billete por uno en primera clase y otro para él a su lado. Alice quiso protestar pero no tenía fuerzas, ya le devolvería el importe cuando regresaran. Se quitó el abrigo y lo dejó en el portaequipajes. Él hizo lo mismo. Se sentaron y se abrocharon los cinturones. El vuelo no duraría más de dos horas.
—Cuéntame que te han dicho las autoridades —le pidió él.
—Han localizado un taxi sepultado bajo la nieve, en una de las laderas de la carretera que va desde la estación de esquí hasta la ciudad. Según su documentación se trata de mis padres y el taxista.
—Lo siento, Alice —le tomó una mano entre las suyas. La tenía fría, como siempre—. Lo siento mucho.
—Gracias —suavemente retiró su mano de entre las suyas.  De nuevo Kyle notó el rechazo y suspiró.
La policía suiza les esperaba en el aeropuerto de Saint Moritz. El hombre era el mismo con quien Alice había hablado por teléfono.
—Señorita Irving; Jean Tatie, comisario de Saint Moritz. Hemos hablado por teléfono.
—Sí, señor. Le presento a Kyle Addison. Ha tenido la amabilidad de acompañarme. ¿Dónde están mis padres?
—En la morgue de la comisaría señorita. Permítame expresarle mis condolencias.
Alice sintió que el frío la recorría entera. Kyle se dio cuenta y le pasó un brazo por los hombros para consolarla.
—Gracias —murmuró tratando de contener las lágrimas.
—¿Puede explicarnos que pasó, comisario? —pidió Kyle caminando hasta el coche de policía.
—Se le ha practicado la autopsia a los cadáveres, señor. Lamento mucho esto, señorita; pero sus padres y el taxista han muerto por asfixia. Al parecer hubo un desprendimiento en una de las laderas de la montaña. El taxi circulaba por la carretera sur, una carretera que acorta bastante el trayecto hasta el aeropuerto, pero que normalmente en invierno se cierra porque hay un peligro constante de aludes. El hombre también murió. Y no hubo denuncia porque el taxista no tenía familia. Encontramos su documentación en el coche. Tenía todos sus permisos en regla —Alice asintió con la cabeza. Kyle le tomó la mano y le dio un apretón—. Lo siento, señorita Irving. Ha sido una desgraciada casualidad.
Ella no dijo nada. No tenía nada que decir.
—¿Han cubierto los documentos correspondientes que nos permitan repatriar a los señores Irving? —preguntó Kyle.
—Solo falta rellenar unos cuantos impresos. Estábamos esperando que llegara algún familiar. Necesitamos unos datos, pero por lo demás, estoy seguro que mañana mismo podrán llevarse a sus padres a su país, señorita Irving.
—Gracias.
—Hemos llegado. Les acompañaré.
El comisario les acompañó a la a morgue. Un médico forense sacó los cuerpos de los nichos. Alice inspiró profundamente, Kyle la mantenía abrazada, muy cerca de sí. Hizo un gesto de asentimiento y el hombre descubrió el cuerpo de su madre. Alice cerró los ojos y un nudo se le puso en la garganta. Tratando de sobreponerse, asintió. Luego descubrió el otro cuerpo y volvió a asentir. Entonces las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin que hiciera nada por detenerlas. Kyle la estrechó contra su pecho.
—Lo siento, cariño —le dijo presa de la emoción. No era esa la forma en la que hubiera querido conocer a los padres de Alice—. Lo siento mucho.
El comisario hizo un gesto para que volvieran a meter los cuerpos en los nichos.
—Hay que cumplimentar algunos trámites, pero pueden esperar hasta que usted esté preparada —le entregó a Alice un sobre—. Estos son los efectos personales de sus padres. Su equipaje está en el almacén. ¿Se alojan en algún hotel?
—No hemos hecho reserva —dijo Kyle—. Pero buscaré uno para pasar la noche. Quizá más tarde o mañana, la señorita Irving pueda regresar y cumplimentar todos los trámites necesarios.
—Desde luego —el comisario era todo amabilidad—. Si quieren puedo recomendarles un hotel en la ciudad. Queda cerca de la comisaría y es un buen hotel.
—Muchas gracias.

—Tengo que llamar a Londres. Mi abuela debe estar preocupada —dijo Alice cuando Kyle la dejó en su habitación. El comisario les había acompañado al hotel y les dejó para que descansaran un poco.
—Vengan cuando estén listos. La comisaría está a dos manzanas de aquí.
—Gracias, comisario.
Kyle registró a ambos y acompañó a Alice a su habitación.
—¿Quieres que me quede contigo?
Ella estaba harta de rechazar su ayuda. En esos momentos solo podía pensar que estaba allí con ella y que le necesitaba. Pero en ese momento quería hablar con su abuela a solas.
—¿Por qué no vas a pedir algo de comer? —le sugirió.
—¿Tienes hambre?
—Yo no, pero tú no has comido —le recordó.
—No tengo hambre. Pero voy a pedir que nos suban un café para mí y una infusión relajante para ti. No discutas, Alice —soltó él impaciente—. ¿Ni en un momento como este puedes dejar de discutir conmigo? Necesitas descansar un rato. Llama por teléfono, yo vuelvo enseguida.
Alice se dejó caer en la cama. Tomó el teléfono y marcó el número de la casa de sus padres. Melba lo cogió con impaciencia.
—¿Alice? ¿Eres tú?
—Sí, abuela, soy yo. Abuela... Son ellos —gruesas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas—. Están... Oh, abuela; están muertos.
Escuchó el gemido de su abuela y luego otras voces por detrás.
—¿Están ahí Melissa y Rory?
—Sí, cariño. Están aquí. ¿Cuándo...? ¿Cuándo les traerás?
—Espero que mañana. Volveré a llamarte para decirte la hora del vuelo.
—¿Alice? —Alice escuchó la voz de su hermano entrecortada.
—Hola Rory.
—¿Que les pasó?
—Fue un accidente muy desafortunado. El taxista les llevó por una carretera que permanece cerrada en invierno. Un alud les llevó por delante y les sepultó. Nadie usa esa carretera, por eso no buscaron ahí. Cuando la policía vio que no había rastro de su paradero decidió rastrear esa zona. El taxi estaba sepultado y no se veía nada de él. Murieron asfixiados.
Se secó las lágrimas con las manos. Su hermano lloraba a través del teléfono.
—No dejes sola a la abuela, por favor. Os llamaré mañana para avisaros de la hora de llegada. Tú y Mel podríais avisar a la funeraria para que tengan todo preparado.
—Lo haremos, no te preocupes. ¿Tú estás bien?
—Estoy bien, tranquilo. Nos veremos mañana.
Colgó y se recostó sobre el cabecero de la cama. En esos momentos solo le venían a la memoria recuerdos de sus padres. Lo mucho que les gustaba viajar y las veces que les llevaron a ella y sus hermanos de vacaciones a sitios tan dispares como Manchester o Edimburgo, a pasar un fin de semana en Bournemouth, o un puente largo en Salisbury. Y luego de pronto se le vino a la mente lo que iba a ser de ellos a partir de ahora. ¿Que iba a hacer Melissa sin el apoyo de sus padres? ¿Cómo iba Rory a continuar con sus estudios en la universidad? No sabía nada de las finanzas de sus padres. No tenía ni idea de si tenían mucho o poco dinero, ni como tenían redactado su testamento, si es que lo tenían.
Abrió el sobre que el comisario le había entregado. Un sollozo se le escapó. Dentro estaban las alianzas matrimoniales de sus padres, un collar de perlas de su madre y un alfiler de corbata de oro y ópalo de su padre. También había una caja con las joyas que su madre había llevado en aquel viaje. No tenía muchas, pero las que tenía eran de buena calidad. Pensó que debería compartirlas con Melissa y con Rory.
Kyle abrió la puerta suavemente sin pedir permiso. La encontró recostada sobre la cama con los ojos cerrados y las mejillas húmedas. Se acercó a ella y puso una mano sobre su hombro. Alice abrió los ojos brillantes por las lágrimas y después de mirarle un instante se echó en sus brazos.
La estrechó y dejó que llorara todo lo que quisiera. En ese momento no pensaba más que en consolarla. Y los sollozos de Alice arreciaban a medida que él susurraba palabras de consuelo.
Estuvieron así hasta que el camarero llamó a la puerta con el servicio de café y la infusión. Kyle soltó a Alice y fue a abrir. Él mismo entró el carrito. Sirvió la infusión en una de las tazas y le puso azúcar. Se la pasó. Alice la tomó con mano temblorosa. Luego se sirvió él una taza de café y fue a sentarse con ella en la cama.
Después de darle unos sorbos, la muchacha se levantó para dejar la taza en el carro.
—¿No quieres más?
—No. Estoy cansada.
—Es normal. ¿Quieres que me vaya para que puedas descansar un rato? ¿O prefieres hablar?
—No tengo ganas de hablar. Pero no creo que sea capaz de dormir —en Suiza ya había anochecido.
—Pero puedes descansar. No has traído equipaje y yo tampoco. Recuéstate un rato, volveré enseguida.
Alice le dejó marchar sin preguntarle a donde iba. Al cabo de media hora regresó con varias bolsas.
—He ido a la boutique del hotel. Te he comprado algo de ropa para que mañana puedas cambiarte.
Alice le miró. ¿Cómo podía ser tan considerado y al mismo tiempo tan traidor? ¿Por qué hacía todas esas cosas por ella y sin embargo iba por ahí acostándose con cualquiera? Ese hombre era un enigma, pero ella no estaba en condiciones de descifrarlo en ese momento.
—Gracias. No había pensado en la ropa.
—Te he comprado un vestido negro. No estaba seguro si lo aprobarías pero me pareció lo más adecuado para acompañar mañana a tus padres.
—Te lo agradezco. Has hecho bien. Ni se me ocurrió pensar en el tipo de ropa que voy a necesitar.
—Lo entiendo. También te compré un camisón para que uses esta noche. Date una ducha y métete en la cama. Si me necesitas, estoy en la habitación de al lado.
—Kyle —lo llamó cuando ya estaba en la puerta. Él se volvió a medias—. Muchas gracias. Por estar aquí y... por... por todo.
Kyle movió la cabeza. Por mucho que quisiera no podía dejar de amarla. Esa mujer estaba en su torrente sanguíneo y por mucho que pelearan, por mucho que discutieran él tendría que estar muerto para dejar de quererla.
—No tienes porque dármelas. Descansa.
Alice abrió las bolsas. Sacó el vestido negro y un par de medias negras.  También había un camisón y un juego de ropa interior. Sintió que la cara le ardía. La lencería era de diseño. Un cullote negro de encaje con un sujetador a juego. Lo que debieron costarle no lo ganaba ella en un mes. A pesar del día tan dramático, ver las prendas le hizo esbozar una sonrisa. El señor tenía gustos elegantes en cuanto a lencería femenina. Y no dudaba por un momento que sería de su talla. Había visto suficientes cuerpos femeninos desnudos como para reconocer la talla de uno a simple vista. El vestido era de lana y muy abrigado, con cuello cisne y mangas largas ajustadas.
De otra bolsa sacó una caja grande. Contenía unas botas de cuero negro de tacón alto. ¿También sabía el número que calzaba? Pues sí que era talentoso. Se las probó y comprobó que le sentaban como un guante. Que desconcertante era ese hombre. Pero ella no podía olvidar que se había acostado con su hermana.  Podía olvidar a las otras mujeres, pero a su hermana... no; no sería capaz de olvidar que su hermana había estado en sus brazos.
Colgó el vestido para que no se arrugara. Se metió en la ducha y se puso el camisón que le compró y se acostó. Aún estuvo mucho rato dando vueltas pensando en sus padres y en la manera que tuvieron de morir.
Kyle, en su alcoba tampoco podía dormir. Sentía una terrible necesidad de estrechar a Alice entre sus brazos, consolarla y apartarla del dolor. Hubiera querido poder protegerla del mal trago que pasó en la morgue. Pero por encima de todo, incluso por encima de su amor, prevalecía la admiración que sentía por ella. La valentía que demostró al mirar los cuerpos sin vida de sus padres. La entereza con que se comportaba. Solo cuando la tomó en sus brazos ella se derrumbó y él no podía reprochárselo. Cualquier otra no hubiera podido soportarlo. Y aún le quedaba la prueba de acompañarlos a Londres y enterrarlos. Se preguntó si tendría más hermanos aparte de Melissa. Ésta había mencionado un hermano y una abuela, y tampoco sabía si sería por parte de su madre o de su padre. Quería estar con ella, abrazarla y apartar en lo posible el dolor que estaría pasando. No oyó ruidos en la habitación de al lado, así que supuso que el cansancio la vencería. Se dio la vuelta en la cama sabiendo que no podría dormir.






Cuatro



El avión con los ataúdes llegó a Londres a última hora de la tarde. Alice había cumplimentado todos los trámites necesarios y la policía suiza le entregó los cuerpos de sus padres.
Kyle acudió a primera hora de la mañana a llamar a su puerta. Alice ya estaba vestida.
—¿Te queda bien? —le preguntó él mirando el vestido—. ¿Y las botas?
—Me queda todo bien, gracias. No te voy a preguntar cómo has sabido la talla que uso o el número de pie, pero todo me sienta perfectamente.
—¿Quieres desayunar? —él hizo caso omiso del comentario. ¿Cómo no iba a saber su talla? Si hasta sabía los días en que le venía la menstruación. Pero si se lo dijera a ella, se espantaría.
—Tomaré un café. No tengo hambre.
—No has comido nada desde ayer. Debes tomar algo sólido, Alice; aunque solo sea un bollo.
—Bajemos a la cafetería y allí veré si me entra algo.
Finalmente se tomó un vaso de zumo y un café con leche con dos madalenas.
—No me entra más.
—Está bien. Algo es algo. ¿Estás lista para ir a la comisaría?
—Sí. Estoy lista.
—Alice; ¿Te espera alguien en el aeropuerto?
—Mi abuela y espero que Melissa y Rory.  Rory es nuestro hermano menor. Y los encargados de la funeraria. Tengo que avisarles de la hora de llegada del vuelo. Cuando el comisario me la diga, les llamaré.
Y ahí estaban, llegando a Londres a las ocho de la tarde. Alice echó un vistazo por la terminal y vio a su abuela y a Rory esperándola. Ella agitó la mano y los ojos se le llenaron de lágrimas. Corrió a refugiarse en brazos de su abuela. Rory también lloraba cuando se abrazó a él.
—¿Y Mel? —preguntó en voz baja a su hermano.
—Ha preferido quedarse con Oliver.
¡Que típico de su hermana! Le salía el instinto maternal cuando quería escaquearse de algo. Era egoísta hasta para eso. Dejar ir a su abuela prácticamente sola a recibir a su hijo y su nuera. Alice sabía que no podía esperar nada de ella y aún así siempre la sorprendía la falta de sentimientos de Melissa.
Kyle no preguntó por Mel, los tres esperaron que bajaran los ataúdes del avión. Los empleados de la funeraria se ocuparon de meterlos en los coches fúnebres y Alice, Rory, Melba y Kyle los siguieron en el coche de Alice, que había traído Rory, hasta el tanatorio; donde pasarían la noche.
Una vez instalados en una sala, Alice se volvió hacia Kyle.
—No sabes cómo te agradezco que hayas estado a mi lado, Kyle. Muchas gracias por acompañarme.
—No me las des. Yo lamento que hayas tenido que pasar por esto.
—Permíteme presentarte a mi abuela, Melba Irving y a mi hermano Rory.
—Señora Irving —Kyle tomó la mano de la anciana entre las suyas y la llevó a su boca—. Le presento mis condolencias. Y a ti también muchacho.
—Gracias, señor Addison. Yo le agradezco que haya acompañado a Alice en este trance —Melba, a pesar de su edad se mantenía erguida y entera. Ahora sabía de dónde había sacado Alice tanta entereza. Rory estrechó la mano de Kyle y este se apresuró a despedirse.
—No tiene que agradecerme nada. Si puedo hacer algo mas por ustedes, no dudes en pedírmelo, Alice. Y te agradecería que me llamases cuando sepas la hora del entierro.
—Lo haré. De nuevo, gracias.
—Buenas noches. Procura descansar un poco.
Kyle se fue en un taxi y Alice se llevó a su abuela y a su hermano a casa. Melissa les esperaba, ya había acostado a Oliver y cenado y estaba recostada en el sofá mirando la televisión. Alice agradecía que por lo menos ese día no fuera a salir.
—¿Ya habéis llegado? ¿Cómo ha ido todo, Allie?
Alice de pronto se dio cuenta que Melissa era la hermana mayor pero era a ella a quien le tocaba siempre ocuparse de todos los problemas de su familia.
—Ha ido bien —era inútil decirle que hubiera estado bien que acompañara a su abuela y su hermano en el aeropuerto. Mel ni siquiera lo entendería—. Están en el tanatorio del Belsize Park. ¿Te han dicho en la funeraria a qué hora será el entierro? —su familia tenía panteones en el cementerio municipal. El abuelo, marido de Melba estaba enterrado allí y allí enterrarían también a sus padres.
—La hora del entierro la pone el párroco. He llamado a la parroquia donde solían ir mamá y papá, es la de Saint Mary-le-Bow. Oficiará el funeral mañana a las cuatro de la tarde —respondió Melissa—. ¿Te han explicado como ha ocurrido el accidente, Allie?
Alice estaba cansada de explicarlo, pero se lo contó una vez más.
—Y no hay nadie a quien hacer responsable —comentó su hermana—. Al taxista merecía que lo fusilaran.
—Ya lo han hecho —respondió ella indiferente.

Ni Alice ni su abuela durmieron mucho esa noche. A las siete y media Alice ya se había levantado y preparado el desayuno para todos. Quería estar en el tanatorio a las nueve para comenzar a recibir a los amigos que sin duda irían a presentar sus condolencias.
Melba entró en la cocina y la vio trajinando.
—¿Has podido descansar algo, querida?
—No mucho, abuela. ¿Y tú?
—Tampoco demasiado. No sabes cómo siento que tu tía no pueda venir desde San Francisco. Una madre no debía tener que ver como entierran a sus hijos —los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas.
—Lo siento, abuela; lo siento tanto.
—Yo también lo siento, Allie. Habéis perdido a vuestros padres y Dios sabe que no es el momento, pero me preocupan tanto Melissa y Rory.
—A mí también —confesó la muchacha en voz baja—. Supongo que papá y mamá tenían suficiente dinero como para permitirle a Rory terminar la carrera.
—No lo sé —contestó su abuela—. Conmigo nunca hablaron de eso. No tengo idea de si tenían hecho testamento y si tenían dinero ahorrado. Tendréis que comprobarlo con un abogado.
—Ya. Nos ocuparemos de ello. No te preocupes. ¿Tienes hambre?
—No, pero supongo que todos tendremos que meter algo en el estómago para soportar la mañana. En cuanto termine de desayunar me vestiré para ir al tanatorio. La gente empezará a llegar temprano.
—Muy bien, abuela. Mel, Rory y yo te acompañaremos. ¿Podremos dejar a Oliver con la señora Higgins?
—Claro que sí. Ya se ha ofrecido anoche para lo que nos haga falta.
—Entonces desayuna y ve a vestirte. Yo haré lo mismo.
Y cuando terminó de desayunar, fue a la alcoba de Rory y tocó la puerta. Asomó la cabeza y le llamó-
—¡Rory! Rory, levántate. El desayuno está listo y tenemos que ir al tanatorio.
—Ya voy, Allie —contestó el muchacho con la voz ahogada por las mantas. Alice tocó entonces la puerta de la habitación de su hermana.
—Mel, Melissa, levántate, por favor. Tenemos que ir al tanatorio.
—Sería mejor que yo me quedara cuidando a Oliver —respondió la voz de su hermana desde la penumbra.
—Oh —Alice no pudo evitar el sarcasmo—. ¿Ahora te entra la preocupación por Oliver? Él puede quedarse en casa de su amigo Taylor, la señora Higgins se ofreció a quedarse con él mientras nosotros... —la voz se le cortó—. Mientras enterramos a nuestros padres. Vístete y baja a desayunar, nos iremos en quince minutos.
Melissa hubiera querido discutir, pero Alice siempre había sido tan autoritaria que no se atrevió. No le parecía que fuera un momento adecuado para discutir. Se había pasado la noche pensando en sus padres y en qué iba a ser de ella ahora que no estaban. La pensión que le pasaba el padre de Oliver no era suficiente y no creía que Alice fuera tan generosa como para mantener el tren de vida al que estaba acostumbrada. Lamentaba la muerte de sus padres, claro; pero le preocupaba mucho más saber que iba a ser de ella.

Kyle fue al despacho. Tampoco había podido dormir mucho.  La tragedia ocurrida a los padres de Alice le había hecho pensar en lo corta que puede ser la vida y se planteó realizar algunos cambios en la suya. No tenía muy claro en qué consistirían esos cambios, pero estaba decidido a dejarse de tonterías y hablarle a Alice de una vez por todas de sus sentimientos. Y a aceptar los de ella, fuesen cuales fuesen.
Tom entró en su despacho y le preguntó por el accidente. Kyle le explicó lo ocurrido y le avisó que iría al entierro.
—Me gustaría acompañarte. Yo también quiero dar el pésame a Alice.
—Te avisaré de la hora. Alice quedó de llamarme cuando supiera a que hora era.
Y no lo olvidó. Le telefoneó desde el tanatorio.
—El funeral se celebrará en la iglesia de St. Mary-le-Bow y luego los enterraremos en el panteón familiar del cementerio municipal. La hora es las cuatro de la tarde.
—Gracias, Alice. Allí estaré. ¿Estás bien? ¿Has podido descansar algo?
—Me encuentro un poco cansada, pero supongo que es normal. Te veré entonces, Kyle.
—Sí. Iré un poco antes y te acompañaré desde el tanatorio.
—Como quieras.
Alice sabía que se produciría un encuentro entre Kyle y Melissa, pero en ese momento no tenía ganas de sentir remordimientos ni de hacerle la vida más fácil a Kyle. Recibió las muestras de cariño de los amigos de sus padres y de algunos familiares llegados del campo. Se recibieron coronas y ramos de flores desde California, donde vivía la hermana de su padre, y un enorme centro de parte del estudio de Kyle. A las tres y cuarto llegó el párroco para acompañar a los féretros a la iglesia.
El funeral fue rápido pero emotivo. El párroco conocía a los Irving e hizo un hermoso panegírico de ellos. Ninguno de los hijos pudo evitar verter lágrimas al oírle. Al finalizar, acompañó a la familia al cementerio.
Rory y Alice abrazaron a su abuela mientras los féretros eran depositados en los panteones. Una vez se hubieron cerrado, la familia abandonó el cementerio dando las gracias a todos por su presencia y al párroco por las palabras que dedicó a los Irving.
Todos suspiraron cuando regresaron a su casa.
—Todo ha terminado —comentó lúgubremente la abuela—. Que pronto se acaba todo.
Alice le dio un cariñoso apretón en los hombros.
—Tranquila, abuela. Tienes razón, todo ha pasado. Al menos se han ido juntos. Lo que debemos hacer ahora es tratar de regresar a nuestra vida cotidiana. Será difícil sin ellos, pero así es la vida. Saldremos adelante. ¿Por qué no vas a tumbarte un rato hasta la hora de la cena? Y tu Melissa, ¿por qué no vas a buscar a Oliver? Seguro que el pobre se pregunta qué está pasando. ¿Le has contado la verdad?
—Me gustaría que dejaras de comportarte como si alguien te hubiera nombrado cabeza de esta familia. Yo me ocuparé de mi hijo.
—Sería la primera vez —replicó ella sin poder contenerse—. Y con mucho gusto te cedo el dudoso honor de ser la cabeza de esta familia.
—Yo lo que quiero saber es cómo es posible que Kyle Addison sea tu jefe y no me lo hayas dicho.
—¿Vamos a volver sobre eso? En esta familia todos saben que trabajo en su empresa. Pero claro, ¿por qué ibas a saberlo tú? ¿Acaso has preguntado alguna vez a qué me dedico o en donde trabajo?
—Pero cuando le llamé por teléfono y te dije que quería verle, tú sabías quien era yo; y me hablaste como si fuera una desconocida.
—¿Tu sabes la cantidad de mujeres que le persiguen al igual que tu? Eras otra más de sus conquistas y como tal te traté —debía tener razón Kyle al decir que tenía un punto perverso porque en ese momento estaba disfrutando con la furia de su hermana.
—¿Y a ti?, ¿te llama alguna vez fuera de las horas de trabajo?
Alice se echó a reír con ganas.
—¡Por favor! Yo no mezclo el trabajo con el placer. No acostumbro a salir con mis jefes, por mucho que ellos me lo pidan —y con ese comentario dejó patente que Kyle la había invitado pero ella no había querido salir con él.
—Me da igual —respondió Melissa—. Puede calzarse a todas las fulanas de Inglaterra. Es un cretino y no volvería a salir con él aunque me lo pidiese de rodillas.
Alice volvió a reír.
—¿Te ha mandado a la porra, verdad? No me pilla de sorpresa. Es lo que suele hacer con todas. Las conoce, se acuesta con ellas y las despacha. Pero tú ya sabías lo que te esperaba —suspiró—. Bueno, me da igual lo que hagáis tú o mi jefe; lo que ahora debe preocuparnos es qué va a ser de esta familia. La abuela vive de su pensión y espero, Rory que papá y mamá dejasen dinero suficiente para que termines tu carrera. En cuanto a ti, Melissa, me temo que tendrás que buscar un trabajo y contribuir a la economía si quieres seguir viviendo aquí. Puede que la pensión que te pasa Richard sea suficiente para Oliver, pero desde luego, es insuficiente para los dos.
—¡Pero bueno! —exclamó Melissa poniendo los brazos en jarras—. Te vuelvo a preguntar, ¿quién te ha nombrado cabeza de esta familia?
—Y yo te vuelvo a decir que si quieres el puesto, con gusto te lo cedo, pero te advierto que es un trabajo a tiempo completo. No tienes tiempo de andar vagueando de un lugar para otro ni de salir por las noches ni todo el día. Si quieres erigirte en jefa, debes comenzar a actuar como tal. Yo tengo que regresar a mi trabajo y tengo mi propio apartamento. No necesito nada de vosotros.
—Vamos chicas, calmaos —Rory que hasta el momento se había mantenido al margen escuchando a sus hermanas, pensó que era el momento de intervenir—. Si alguien tiene que convertirse en el cabeza de esta familia, seré yo, ya que soy el único hombre que queda.
—¡Genial! Un machista, justo lo que me hacía falta.
—Rory, no te ofendas, pero tú no estás en edad de hacerte cargo de esta casa ni de la abuela. ¿Os dais cuenta que habrá que comprobar cómo tenían mamá y papá todo lo relativo a esta casa y sus otras posesiones si es que las tenían? ¿Alguno de vosotros sabe si habían hecho testamento?
—Si hay un testamento supongo que en él dirán como han repartido sus bienes. Tendremos que buscar entre sus papeles.
—Kyle me ha dado un par de días libres. Propongo que revisemos sus cosas y lo busquemos. Tenemos que dejar las cosas aclaradas cuanto antes.
Los tres hermanos estuvieron de acuerdo.
Alice se olvidó de su trabajo y de su jefe durante un par de días y se dedicó a poner orden en los papeles de sus padres.
En una carpeta guardada en una caja en el armario de su habitación encontraron tanto el testamento como una póliza de un seguro de vida de su padre. El beneficiario era su madre. Alice tenía que comprobar si a la muerte de su madre, sus hijos heredarían el seguro. Leyeron el testamento. Su padre había testado en favor de su madre y ella en favor de su marido. De nuevo había que acudir a un notario para que les aclarara cuáles eran sus derechos.
—Yo me ocuparé —se ofreció Alice—. Manejo todos los días documentos oficiales.
Encontraron una libreta de ahorros con una cantidad nada despreciable.
—Esto tiene que servir para que Rory termine su carrera.
—¡Ja! ¿Y yo qué?  —protestó Melissa—. Yo también tengo derecho a una parte de ese dinero.
Alice estaba asqueada. Parecían aves de rapiña cayendo sobre los despojos de sus padres. Antes de poder intervenir, fue Melba la que habló.
—Rory tiene que terminar sus estudios, Mel. Tú puedes buscar un trabajo. Antes de casarte trabajabas en la sección de lencería de los almacenes Harrods. Intenta que te vuelvan a contratar. Apúntate en alguna agencia de colocación. No puedes seguir sin hacer nada. Oliver necesita comer, vestirse y como cualquier niño también necesita divertirse. Tú debes proporcionarle todo eso. Lo que te pasa tu ex-marido no es suficiente para los dos. Y mi pensión tampoco es tan grande.
Melissa no replicó, pero no tenía intención de ponerse a trabajar, por lo menos no en Londres. Hacía tiempo que tenía ganas de marcharse de Inglaterra, quizá a Estados Unidos. En Nueva York habría más oportunidades para ella. Richard le había hecho una gran putada al divorciarse de ella, y ella le hubiera dejado con gusto al niño, pero necesitaba la pensión que le pasaba. Si se marchaba a Estados Unidos tendría que ser sola. No pensaba llevar al niño como un lastre. Pero no podía decir nada sobre eso a su abuela o a su hermana. Se lo prohibirían. Lo mejor era aguantar una temporada, hasta que las cosas volvieran a su cauce y luego decidiría.

Alice regresó a su trabajo tres días después. Llegó a las siete y media como siempre y preparó una cafetera. Revisó el trabajo que había realizado su sustituta y pensó que tendría que poner orden. Ella hacía las cosas de una manera y se sentía mejor si todo estaba de su mano.
A las ocho menos cuarto llegó la muchacha que la sustituía y se sorprendió de verla allí.
—No te esperábamos tan pronto, Alice. No he tenido oportunidad de darte el pésame. Lamento mucho tu pérdida.
—Gracias, Karen. Ya no es necesario que te quedes aquí. He vuelto.
—Kyle ha dicho que tardarías más en regresar.
—No hacía falta que me quedara en casa. Allí todo está resuelto —al menos eso creía. Había decidido que Rory volviera a la universidad, Melissa buscaría un trabajo y ayudaría a la abuela, y esta cuidaría a Oliver en lo que pudiera. Los asuntos del testamento y el seguro de vida aún no estaban resueltos pero ella ya había contactado con un abogado que les aclararía cuáles eran sus derechos.
Kyle llegó a las ocho y media y también se sorprendió de verla allí.
—¡Alice! No te esperaba tan pronto —en esos días lejos de ella había tenido oportunidad de pensar y había decidido hablar con ella y aclarar tanto sus sentimientos como los de ella. No creía tener muchas posibilidades después de saber que había salido con su hermana, pero era mejor aclararlo todo de una buena vez.
—No tenía mucho que hacer en casa —respondió ella—. Aún no ha llegado el correo. En cuanto llegue lo revisaré y te lo enviaré.
—Ven adentro. Tenemos que hablar —bueno, lo esperaba; así que entró tras él y cerró la puerta—. Siéntate —ella obedeció—. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien, gracias.
Kyle se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de la silla, se desabrochó los puños de la camisa y se la arremangó hasta los codos. Luego se aflojó la corbata. Ella le observaba y pensaba en las manos tan bonitas que tenía y en los antebrazos musculosos y morenos que las mangas de la camisa habían dejado al descubierto. No pudo evitar preguntarse que sentiría si aquellas manos recorrieran su piel. No dudaba que con su experiencia podría elevar su temperatura y dejar un rastro de fuego por donde pasaran. Se aclaró la garganta, incómoda por dejar que su mente se escapara por aquella senda que se había prohibido a sí misma.
—Realmente no me tienes en muy buen concepto, ¿verdad? —comenzó él sentándose en su silla, frente a ella.
—Si te refieres a tu asunto con Melissa... —se encogió de hombros—. No sé qué quieres que diga. Me lo he tomado como uno más de tus líos amorosos.
—Pero se trataba de tu hermana y no me lo dijiste.
—No es asunto mío con quien te relacionas. Ya te he dicho que lo he tratado como los anteriores.
—Ya, y no tienes ninguna opinión al respecto. Hasta ahora te daba igual que saliera con una, con veinte o con doscientas; a partir de ahora te importará aún menos.
—Te he repetido hasta el cansancio que no quiero tener un asunto contigo. Tus... tus continuos devaneos me están dando la razón. Y ya, para rematar que te hayas acostado con mi hermana... —hizo un gesto negativo con la cabeza—, es la guinda que corona el pastel. Y no creas, ya sabía que era más ardiente que yo —sin proponérselo le salió el resentimiento—. Siempre lo fue. Pero para tu información te diré que está divorciada, tiene un hijo de cinco años del que no se ocupa para nada y sale todas las noches en busca de primos como tú. Ahora dime ¿por qué razón tendría que interesarme por un fulano al que lo único que le importa es tener un cuerpo en el que enterrarse? Da igual el rostro, el carácter, la personalidad. Con tener un busto generoso y...
—¡Basta! —Kyle enrojeció de pura furia. Como tantas veces esa mujer le hacía perder los papeles. Se levantó y dio un puñetazo en la mesa, se inclinó hacia ella que no retrocedió; al contrario, le mantuvo la mirada completamente impasible—. ¿Qué sabes tú? —preguntó apretando los dientes—. ¿Qué diablos sabes tú de mí? —a Alice le estaba sorprendiendo el tono enfadado que mostraba Kyle. Ella conocía su lado paciente y calmado. Solamente en otra ocasión le había visto perder los estribos. Este aspecto de él le era desconocido y no sabía cómo tomárselo—. ¿Sabes acaso porque salgo con todas esas mujeres? ¿Conoces la razón de que haya salido con tu hermana? Y para tu información, no me he acostado con ella.
Alice hizo un gesto de incredulidad. Kyle apretó los labios. ¡Genial! Encima no le creía. Lógico, dada su reputación.
—Me da igual que no te hayas acostado con ella. Lo único que sé es que no voy a ser otra más de tus aventuras. Mira, te agradezco que me hayas ayudado en estos días tan difíciles para mí. Sé que eres un hombre con buenos sentimientos, que te das con generosidad a quien lo necesite, pero en cuanto a mujeres creo que estás perdido. Y ya tienes edad de sentar cabeza, Kyle. El sexo esporádico estaba bien a los veinte años, incluso a los treinta; pero llegados a cierta edad me parece que debería primar mas la calidad que la cantidad. Deberías estar pensado en casarte, en formar una familia. ¿No quieres esas cosas? ¿No quieres tener hijos? ¿No quieres una esposa que llene tus noches y tus días y te libre de la necesidad de andar buscando una falda diferente cada noche?
¡Joder! ¡Le estaba sermoneando! ¡Su secretaria, la mujer de la que estaba enamorado hasta la enajenación mental, le estaba soltando un sermón! Y era tan idiota que no se daba cuenta de que la única mujer que él quería era precisamente ella. Que si salía con otras era con la única finalidad de despertar sus celos. Pero ella... ella... estaba ahí, tan tranquila hablándole de la inutilidad del sexo por el sexo. ¡Como si él no se hubiera dado cuenta hacía mucho tiempo!
Se levantó de la silla y paseó por el despacho, tan desconcertado que no sabía qué hacer. Alice le siguió con la mirada. No podía creer que algo de lo que le estaba diciendo hiciera mella en él; pero así parecía. Entonces recordó y sacó un papel del bolsillo.
—Por cierto; esto es para reembolsarte el dinero que pagaste por la ropa en Suiza. Calculé a ojo, pero me parece una cantidad aproximada. Si es más, te agradecería que me lo dijeses.
El insulto final, pensó él. Tomó el cheque y lo miró. Luego la miró a ella.
—¿Sabes dónde te puedes meter este cheque verdad?
—Kyle...
—¡Cállate! —la interrumpió él apuntándola con el dedo. Alice le miró con los ojos muy abiertos—. Por mucho que pienso no logro comprender que he visto en ti. Dios sabe que me has dado más calabazas que nadie en esta vida, que me tienes en el más bajo de los conceptos y sin embargo no consigo arrancarte de mi mente —se tomó un momento para tomar aire—. ¿Es que eres idiota, Alice? —le gritó furioso mesándose el cabello. Sus ojos echaban chispas y casi podía verle echar espuma por la boca
Alice no estaba acostumbrada a oírle gritar y no salía de su estupor.
—¿Qué?
—¡Eres ruin! ¡y vil! ¡Eres vengativa! ¡Sabías que estaba saliendo con tu hermana y no me dijiste nada! ¿Por qué? Yo te lo voy a decir. Para poder echármelo en cara la próxima vez que te pidiera salir conmigo. ¡Es la excusa perfecta para no salir conmigo!
Ella se puso rígida, entrecerró los ojos y se le enfrentó.
—¡No necesito excusas para no salir contigo! —rugió entre dientes—. Si el tipo de mujer que te pone es como mi hermana, me alegro de no haber cedido.
Se había acercado tanto a él que podía ver como se le dilataban las pupilas. No tuvo que alargar los brazos porque la tenía cerca. Solo movió las manos y la agarró por los codos. La empujó hacia su pecho y le aplastó la boca con la suya. Fue un completo asalto. La boca de Kyle atrapó la suya y comenzó a devorarla con un ansia feroz, con el deseo de castigarla y demostrarle a la vez lo que se estaba perdiendo. La lengua se abrió paso a través de sus labios cerrados mientras ella forcejeaba para soltarse y se empeñaba en no abrir la boca. Hasta que él la dejó para ordenarle.
—¡Abre la boca, maldita sea! ¡Devuélveme el beso!
Algo en sus ojos o en su tono le indicó que debía hacerlo. Kyle volvió a posar su boca en la de ella que se abrió y entonces fue como si encontrara un oasis en medio del desierto. Ya no la asaltaba; la besaba, con besos lentos, profundos, largos y húmedos. La sangre comenzó a hervir en las venas, un intenso calor los recorrió a ambos, tan intenso, que con el último pensamiento coherente, Alice creyó que se derretiría. Con un gemido ahogado subió sus brazos hasta rodear su cuello. Los de Kyle abarcaron su cintura apretándola contra él, sus manos recorrían su espalda sobre la blusa y luego volvían a apretarla.
Kyle dejó entonces su boca para recorrer su cuello, darle suaves mordiscos en el lóbulo de la oreja y en el hueco de su garganta.
Alice estaba completamente perdida. Perdió la noción del tiempo y del espacio; olvidó donde se encontraba e incluso quién la besaba. Entonces, como un duende maligno, la imagen de su hermana se coló en su mente y le hizo recordar. El calor desapareció para dejar paso a un frío glacial.
Kyle notó el instante justo en que la perdió; aún así quiso prolongar el beso.
—No —dijo ella en voz baja apartándose de él. Al instante los brazos de Kyle se encontraron vacíos.
—Alice —alargó la mano para tomar la de ella que le mantenía alejado.
—Esto... Esto es... —se llevó una mano a la frente y se apretó las sienes con los pulgares—. Esto es justo lo que no quería que pasara —explicó ella—. No sé cómo he podido dejarme llevar —resopló ruidosamente—. ¿No entiendes que esto nos coloca en una situación incómoda?
—Incómoda —repitió él.
—Sí, incómoda. ¿Cómo voy a acudir a tu despacho y no recordar...? ¡Oh, Kyle! Estábamos bien como estábamos. Éramos amigos.
—¿Que mierda, Alice? —explotó él otra vez—. ¿Qué amigos éramos? ¡Joder! Si me has tratado siempre con más frialdad que un glaciar. Yo era tu jefe y tú mi secretaria, y no saliste de ahí hasta hace unas semanas. Y aún así seguías manteniendo las distancias.
—Y esa relación era más estable que la que vamos a tener a partir de ahora —replicó ella—. Por eso no quería salir contigo, ya te lo he dicho, porque me gusta trabajar para ti y no quiero dejarte. Pero me temo que si las cosas van a ser así no podré seguir trabajando para ti.
Una oleada de pánico lo recorrió. No soportaría perderla.
—No, Alice. No hagas eso. Te necesito. Si es necesario te prometo que esto no volverá a ocurrir, pero no quiero que te vayas. Eres imprescindible para la empresa —si no podía retenerla por sí mismo, al menos que lo hiciera por la empresa.
—No creo que eso sea así, pero está bien. Si me prometes que esto no se volverá a repetir.
¡Y una mierda!, pensó él, claro que volverá a ocurrir. En cambio, le aguantó la mirada y asintió.
—Te lo prometo —dijo cruzando los dedos mentalmente.
—De acuerdo. Entonces olvidemos que esto ha ocurrido y sigamos como hasta ahora.
—Hay una cosa que sí quiero decirte —iba a darle algo en lo que pensar—. Si he salido con tu hermana fue porque me recordó a ti. Cuando la vi de lejos pensé que eras tú y cada vez que salía con ella todo el tiempo pensaba que eras tú. Solo quería que lo supieras. Ah, y otra cosa —tomó el cheque de ella y lo hizo añicos, le cogió la mano le abrió la palma y le dejó los pedazos en ella—. Lo de Suiza fue un regalo.
—Pero...
—¡Lárgate! Ya hemos perdido bastante tiempo por esta mañana.
Alice salió con los trozos de papel que tiró a la papelera.  Se sentó en su mesa y comenzó a revisar la correspondencia. Pero una y otra vez los ojos relampagueantes de Kyle acudían a su mente y su boca tragándosela entera no la dejaba concentrar. ¡Por Dios, como besaba ese hombre!
Kyle en su despacho sonreía aunque no sabía muy bien por qué. La pelea mantenida con ella era mejor que la frialdad mostrada hasta ese momento. Alice podía aparentar indiferencia, pero su respuesta a su beso había sido más reveladora que todas las palabras que llevaba tanto tiempo diciéndole. Tardaría en caer, pero por Dios que lo lograría. Con esa esperanza bien podía mantener su promesa. Por el momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dos nuevos capítulos de la historia de Kyle y Alice.  ¿Que pasará? Tres Alice telefoneó a su casa para hablar con su abuela. —Ho...